El viaje
Ambas se acomodaron en sus respectivos asientos.
Una al lado de la otra. Bastaron las miradas furtivas, de reojo, valorativas
que se dirigieron para escanear sus personalidades. Una la dirige finalmente a
la pantalla del autobús para ver un par de cintas norteamericanas, la otra a
las páginas del libro que acaricia con las manos y devora con los ojos durante
las siguientes cinco horas.
El sueño de Petra
_ ¡Quiero ser contador de historias! propias o
ajenas, o que sean prestadas, que más da. Aunque me gustaría mucho más que
fueran mis propias historias, ciertas o inventadas, pero mías. A la gente siempre
le gusta escuchar historias y ¡yo sé de tantas por contar! Decía la enorme
piedra, que servía de descanso a los peregrinos, a su interlocutora. La silente
vera del camino.